

Por: 7ma Medios
Desde la moda hasta la construcción y la alimentación, estas iniciativas muestran cómo la sustentabilidad se vuelve rentable e inspiradora. Materiales orgánicos, tejidos reciclados y eco-diseños conviven con energías renovables, protección de ecosistemas y colaboración comunitaria. Así, cada compra se convierte en una inversión en futuro.
En muchos casos, las marcas trabajan directamente con comunidades originarias o sectores vulnerables, fusionando desarrollo local y preservación de saberes ancestrales. Estas historias ponen en primer plano que la sustentabilidad no es una etiqueta, sino una práctica cotidiana que genera impacto real.
El compromiso ambiental se refleja también en la trazabilidad: desde la semilla hasta el producto final, pasando por el proceso de fabricación. Y aunque estas marcas siguen siendo pequeñas comparadas con las grandes corporaciones, están germinando una nueva cultura empresarial en el país.
Marcas como Stay True apuestan al algodón biodinámico trabajado por comunidades Qom, sin transgénicos ni agroquímicos. Sus prendas, suaves y responsables, se producen siguiendo el calendario lunar y benefician a pueblos originarios, replicando un modelo justo y transparente.
En el camino del reciclaje textil, Luma Báez y Garciabello se destacan con moda atemporal y upcycling. Transforman descartes en piezas únicas, usando tintes naturales y talleres locales. El proyecto Biótico sigue una lógica similar, integrando personas con discapacidad en la cadena productiva.
El uso de fibras vegetales locales toma fuerza con Get Wild, que produce tejidos de bambú orgánico certificados por comercio justo, y con Animaná, que trabaja alpaca, vicuña y tintes andinos. Estas marcas celebran la biodiversidad y las técnicas ancestrales, cuidando su entorno natural.
Los residuos urbanos también son materia prima. Xinca Eco Shoes, una empresa mendocina, fabrica calzado con neumáticos reciclados y telas sobrantes. Sus productos no solo evitan toneladas de basura, sino que generan trabajo en talleres penitenciarios, demostrando un doble impacto social y ambiental.
En Tierra del Fuego, Pulpak recicla cartón y papel para hacer packaging biodegradable, reemplazando al poliestireno. Así, convierte desechos en productos útiles, aliviando la carga de los rellenos sanitarios.
En calzado e indumentaria, marcas como Carro, Conciensus y Kaiapuni transforman lonas, banners, plásticos y arpillera en bolsos y mochilas. Su trabajo sigue principios de comercio justo y diseño circular, poniendo en valor material que suelen descartarse sin pudor.
Empresas medianas y grandes también se suman a la “economía verde”. Arcor protege más de 14.000 ha de bosques nativos en Misiones y Tucumán, apoya el uso eficiente de agua y energía, y promueve prácticas sostenibles en su cadena alimentaria.
El gigante lácteo Mastellone Hnos. planea que todos sus envases sean reciclables o compostables para 2030. La multinacional Danone, socia de B Corp, redujo su huella de carbono e impulsa envases circulares.
La empresa Ecoplas lleva 20 años midiendo y reciclando plásticos: su sello certifica trazabilidad y asegura que el 15 % de los envases son reciclados. Estas acciones reflejan que la sustentabilidad es una apuesta estratégica, no una moda.
Los beneficios de estas marcas sustentables se extienden a tres ámbitos clave:
Argentina avanza en sostenibilidad gracias a proyectos que conectan diseño, tecnología, tradición y conciencia. Cada marca aporta una semilla: juntas forman una red verde que apunta a un desarrollo más equilibrado, justo y regenerativo. En esa transición, el consumidor también tiene un rol: con cada compra consciente, elige no solo un producto, sino un futuro.
FUENTE: NOTICIAS AMBIENTALES