Por: 7ma Medios

El esperado cruce de octavos de final entre Independiente y la Universidad de Chile terminó en escándalo. Una violenta pelea en las tribunas obligó a suspender el partido, que se jugaba en Avellaneda, cuando el marcador estaba 1 a 1. La Conmebol canceló oficialmente el encuentro y responsabilizó al club argentino por no garantizar la seguridad.

Los disturbios comenzaron cuando hinchas chilenos arrojaron proyectiles desde la tribuna Pavoni Alta hacia la Baja, donde se encontraban simpatizantes del Rojo. Muchos se refugiaron bajo los techos de las gradas, mientras otros invadieron el campo de juego para escapar de la agresión.

La voz del estadio pidió que los seguidores visitantes desalojen, pero los enfrentamientos se intensificaron. Sin presencia policial efectiva, la barra brava de Independiente intervino y la violencia escaló: hubo corridas, golpes, robos y escenas de pánico. Al menos dos hinchas chilenos saltaron desde lo alto de la tribuna para salvarse de las agresiones. El saldo fue de diez heridos y noventa detenidos.

"El fútbol ahora pasa a un segundo plano", declaró Michael Clark, presidente de la Universidad de Chile.

La Conmebol comunicó que el futuro de la serie y las sanciones para ambos equipos quedarán en manos de su tribunal disciplinario.

Las imágenes de destrozos y heridos recorrieron el continente y reavivaron el debate sobre la violencia en el fútbol sudamericano. El presidente de Independiente, Néstor Grindetti, sostuvo que el comportamiento de los hinchas visitantes fue “repudiable” y denunció que “destrozaron los baños”.

"La violencia en las barras y la evidente irresponsabilidad en la organización son inadmisibles", cuestionó Gabriel Boric, presidente de Chile.

Mientras tanto, la Conmebol ratificó que canceló el encuentro “por falta de garantías de seguridad” y abrió un expediente disciplinario que podría derivar en sanciones ejemplares.